martes, 24 de abril de 2012

Libros


Me gustan todos los gatos, muchas personas, casi todos los desiertos y el mar, que es siempre el mismo.  También me gustan los libros y, curiosamente, acabo considerándolos gatos, personas, desiertos y mares. Algunos son distantes como gatos, diosecitos antiguos que viven entre nosotros y se dejan acariciar solo cuando quieren, tal vez solo cuando deciden que lo merecemos según su misteriosa manera de juzgar.  Otros son un desierto, con su árida autenticidad y su profunda calma y esa llanura inmensa que nos permite ver el cielo sobre ellos.  Otros son como el mar: jamás voy a cansarme de mirarlos.  Sólo algunos son personas. Con su grandeza y su miseria a cuestas, son los únicos con los que he podido hablar.

Es cierto que muchos acaban siendo nada, quizá un suspiro de tedio más o menos amable o una odiosa respiración a la espalda de mi olvido, pero unos pocos son mar y son desierto, tienen la humanidad y la animalidad de lo que está vivo, el misterio delicado de los símbolos y la contundencia de lo real, son todo eso y mucho más, y no han encontrado aún su exacto sitio en mi clasificación intuitiva que, al fin y al cabo, solo habla de mi empobrecida manera de entenderlos.  Espero sobre todo a estos últimos.  No sé si esperar es ya una forma de búsqueda ni si en ellos encontraré algo mío o algo tan ajeno que leerlos será como quitarme una venda de los ojos.  Uno nunca sabe, pero quiere.

Nota: El pasado 14 de abril estuve leyendo en La Campana de los Perdidos junto a Silvia Castro. Nos acompañó la música de Tierra Vertical.  Gracias a los organizadores y al numeroso público asistente.  Fue una noche estupenda:  
    
  
 
El Mar del otro lado apareció, junto a otras recomendaciones, entre las sugerencias de lectura del Heraldo de Aragón para el día del libro celebrado ayer.  Las comparto.  Quizá en alguna de ellas encontréis uno de "vuestros" libros. 

martes, 10 de abril de 2012

Silencio mortal

«Quién nos curará del fuego sordo», se preguntaba Julio Cortazar, «del fuego sin color que corre al anochecer por la rue de la Huchette» Nadie nos curará del fuego sordo, Julio, ni siquiera ahora que estás muerto hace tiempo, muerto y enterrado en París quizá con aguacero.  «Solo en los sueños, en la poesía, en el juego, nos asomamos, a veces, a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos».

Dicen que es un asunto del yo.  Pero no. Los juegos y la vida y la poesía buscan a los demás.  O más bien buscan al otro.  Y el silencio entonces es una brisa negra, es como si el otro hubiese muerto o el muerto fueses tú y nada importase. «La verdadera otredad hecha de delicados contactos, de maravillosos ajustes con el mundo, no podía cumplirse desde un solo término, a la mano tendida debía responder otra mano desde el afuera, desde lo otro».   Pero a veces pasa un ángel, o dos, o tres…


Ángel para un final


El sábado 14 de abril, a las 22 horas, en La Campana de los Perdidos (Zaragoza, C/Prudencio, 7)  participo en el ciclo Poesía para perdidos junto a la poeta Silvia Castro Méndez y la música de Tierra Vertical.

Gracias a Mariano Ibeas y a Juan Manuel Macías por su atención hacia mis dragones:-) AQUÍ, AQUÍ Y AQUÍ