lunes, 27 de octubre de 2014

Muerte de un mago en ESTACIÓN POESÍA

Hoy el final de la jornada laboral me guardaba una alegría: un pequeño desvío en mi ruta de vuelta a casa para pasarme por Correos.Tengo el placer de colaborar con un poema inédito en este segundo número de otoño de Estación Poesía, la revista del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), dirigida por Antonio Rivero Taravillo
La nómina es espectacular y el formato de excelente calidad. No es de extrañar que se consolide como una de las más importantes revistas del género en España.

MUERTE DE UN MAGO EN PALACIO
Un mago me entretuvo la otra tarde.
No me importaban ni función ni danza
pero observé en sus ojos la luz inconsolable.
Dejadme que os diga:
toda la magia es negra, del color
de una exacta blancura inexistente,
y él aún ignoraba
que los milagros tienen consecuencias.

Vio que me complacía, y fue entonces
cuando se confundió: me complacía,
y yo amaba de él lo que de él supe,
pero consideró justo explicarme
(como si de un regalo se tratase,
como si en el palacio resistiese
alguien que no supiera ver el mundo)
que no hay magia ni luz, que todo es truco
o trato, todo es triste
cuestión de negociantes o de esclavos.

No lo maté por eso, llevo oyéndolo
mil vidas y jamás le di importancia.
Lo que es verdad por todos, es mentira por uno,
y si uno es de fuego su deber es arder.
Lo maté por cobarde, por desleal, por necio,
por no cuidar su luz ni mi mirada.
Si tienes luz, la tienes; si la niegas, la vendes.
La dejas a merced
de esta vida cruel y sanguinaria,
de las palabras de otros, de sus ojos,
de todo lo que son y que seremos;
si en el frío de afuera la arrastras por el barro,
la luz nunca se queja,
la luz nunca se mancha pero huye
y eres culpable de un largo suicidio.

Aún le quería bien, fui generosa
y yo abrevié la pena
que a sí mismo se había regalado:
con el duro final de su varita
mágica -fiel como debieran serlo
amigos, armas, perros y ciudades,
como el rumor del mar sabría serlo,
como una enamorada- le atravesé la traquea
y lo colgué del muro de la plaza
para que el sol y el tiempo lo acabasen.
(Y lo hubiese querido y lo quería).

Tomad ejemplo: así mueren los pobres.

OLGA BERNAD




Junto al formato en papel, disponible en librerías o mediante suscripción, Estación Poesía está disponible gratuitamente para su lectura en Internet. Simplemente, haciendo clic AQUÍ.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Firma invitada en UNO Y CERO EDICIONES

(Fotografía: María Teresa Gómez Puertas)

La editorial UNO Y CERO EDICIONES, pionera en el formato digital en España, mantiene además una interesante página en la que da cuenta de sus novedades así como de otras voces del panorama literario. Un honor formar parte de su sección FIRMAS INVITADAS. Gracias a Teresa Garbí por invitarme y al grupo de profesionales del mundo académico, literario, digital y del cómic, que ha hecho posible esta iniciativa. He participado con un poema de cada uno de mis libros y con otro inédito que también dejo aquí:

ESTA NOCHE

Todas las noches son como esta noche,
todas las noches fueron como ésta;
cuando el mundo nació, ya era de noche.
Y en la excesiva noche de los tiempos
alguien soñó que nada pasaría.
Si te dejas caer hoy por mi sueño,
prometo protegerte de esa nada.
Seguros hacia dentro de la noche,
arrastraré hasta el fondo tus demonios;
al fondo de la noche, donde el tiempo
se convierte despacio en otra cosa.

Toda la colaboración, haciendo clic AQUÍEspero que os guste

viernes, 10 de octubre de 2014

Un poema en la revista ANÁFORA



 

 
Me llega hoy, como para empezar el inminente fin de semana festivo en Zaragoza, una hermosa y joven revista con la que he tenido el placer de colaborar:  ANÁFORA, desde Gijón, coordinada por Cristian David López y Pablo Núñez,quien me remite también (dice que como agradecimiento, pero la agradecida soy yo) su poemario Lo que dejan los días, reciente premio Dionisia García de la Universiad de Murcia. Mi colaboración, un poema titulado "Buscadores" que escribí en marzo:


“Aquel amor insólito que alguien
encontró en cualquier parte
y fue el comienzo
o el fin de una tristeza”.
Víctor Botas


BUSCADORES

Qué buscaba yo en ti, o en todos o en mí misma.
Qué buscas tú en los libros y en los rostros,
en las fotografías que cobijas
como un dios o un pastor
inquieto por la huida constante de un inmenso
rebaño, un rebaño de imágenes que guardas
para que en la memoria no se pierdan,
aunque posiblemente tú jamás
volverás a mirarlas.
Qué salvamos en todas las costumbres
alzadas como lanzas
contra el feroz engaño de la vida
y el atroz desengaño de la muerte.

Yo te recuerdo a veces en medio de la tarde.
No eras el primero pero eras
por aquel tiempo el único.

El tiempo, mi elección, la coincidencia.
Aunque queramos reducirlo todo
a paisajes quemados de cal y de ironía
-tan aburrida y triste, tan vulgar-,
aunque no te sorprenda
que te niegue tres veces cada noche
ni a mí que tú me vendas cada vez que me nombres
y que entonces
setenta veces siete te perdone,
y aunque jure que no y lo repitamos
hasta que un día me parezca cierto,
yo sé que al elegirte seguía una llamada
desde el sitio en que duerme tu conciencia.
Tú movías las olas de un mar superviviente
como un hondo hechicero,
y su lento oleaje me arrastraba
y en la llamada oía una verdad.

Pero ya no sé más. No sé explicarlo

Preciosa maquetación

 
El índice con la nómina completa

sábado, 4 de octubre de 2014

Venecia


Cuando era más joven tenía mucha prisa por viajar, yo quería ver el mundo y el mundo me parecía grande y hermoso y todas las ciudades me recibían bien. Así que durante unos años viajé todo lo que pude, me dormí en muchos autobuses que cruzaban Europa lentamente mientras yo veía cambiar el paisaje y el idioma de las señales de tráfico, me leí muchos libros en trenes cochambrosos y me sentí en las nubes cuando mi presupuesto me permitió volar. Todas las lenguas me sonaban a gloria y en todas partes había chicos guapos. Entonces no me despedía con tristeza de los lugares ni de las personas porque pensaba que volver sería natural. Luego, el tiempo y la vida se embarullan y, de repente, un día te das cuenta de que hay lugares a los que ya no regresarás. Sé también que hay muchos otros a los que nunca iré y algunas personas a las que posiblemente jamás volveré a ver. Eso te deja una extraña serenidad para no mentirte ni a ti misma en cuanto a lo que prefieres, cuidar los frágiles lazos que te unen a lo que amas y también una decidida intención a aceptar que estos se rompan sin demasiados reproches. Responder solamente con un dolor en el corazón, un asunto tuyo. Y confiar en que aún habrá tiempo de conocer Venecia.